lunes, 27 de julio de 2015

Silencio

Desapareció repentinamente. Sin avisar a nadie. Sufriendo en silencio. Llorando solemnemente.
Me arrancaron a la mujer de cabellos dorados, de ojos color mar, de rostro brillante y sonrisa impenetrable. Desapareció como una estrella fugaz en el firmamento.
En silencio.

Pertrechada de sus propias armas, se retiró de la batalla contra el mundo cruel para batallar consigo misma. Paradójico. Pero lo hizo, porque necesitaba demostrarse que nadie podía despreciarla en la forma que lo habían hecho.
Y lo hizo. En silencio.

Dejó de creer en su gente, a la cual nunca mereció. No por lo buenas que fuesen, sino por la crueldad de sus juicios. 
Y lo hizo. En silencio.

Las malas lenguas cuentan que se encerró en su habitación, lloró, derrochó rabia y hasta vomitó unos defectos que no le correspondían a una persona cuya sonrisa envidiaban hasta las estatuas etruscas.
Pero, creedlo, lo hizo. 
En silencio.

Y con estas idas y venidas de la vida, nuestra protagonista abandonó la carrera más importante de la vida: la vida. Se estancó.

Pudo brillar, pero no la dejaron. Pudo sonreír, pero le quitaron los dientes. Pudo esforzarse, pero la vida no quiso permitírselo. Y, hostia puta, no se cansó de luchar. No pudieron con ella.
Y lo siguió haciendo.
En silencio.

Y sigue combatiendo consigo misma. En silencio.

Y sigue progresando. En silencio.

Y lo conseguirá…


Hasta que rompa con el silencio