El libro es el remanso de paz del
inconformista. El arma letal del que se siente rebelde. La herida de muerte del
ignorante. El espacio recreativo de la imaginación. El fuerte donde residen las
alas del soñador. El lugar elegido para escribir la historia con letras de oro.
El viaje paradisíaco del no pudiente. En fin, ese fiel amigo que nos acompaña
en la presentación, nudo y desenlace de nuestras vidas.
Haciendo de las mías
Tu lectura, mi sonrisa.
domingo, 9 de octubre de 2016
sábado, 23 de enero de 2016
Va de Musas
¿Y cómo escribir algo distinto cuando tú todo lo copas?
No, no creo en esas nimias posibilidades.
Tampoco me da la gana hacerlo, ya sabes que yo siempre funciono al ritmo impuesto por mi alma.
jueves, 31 de diciembre de 2015
2015: Zapatillas
Mi madre me compró unas zapatillas marca ADIDAS grises a
principios de año, allá por febrero. Hasta entonces andaba incómodo, con
zapatos, algo que no siempre me ha gustado por su extrema elegancia e incomodidad.
Con ellas he visitado nuevas ciudades, he jugado al fútbol, las he usado para
vestir bien, mal y regular… Pero sobre todo, con ellas, puedo contar para
resumir lo extrañamente bueno que ha sido este año que ahora está quemando sus
últimos cartuchos.
Año que no sabría cómo resumir si no es por mi repetición de
curso, ya que haciéndolo me topé con un grupo humano empático, unido y muy
acogedor; cosa que cambió, incluso, hasta mi concepción de entender el concepto
“amistad”. Con ellos conseguí ser mejor persona, pues favorecían sobremanera la
integración grupal: nadie era más que nadie, nadie se metía con nadie… Y pobre
de aquel que lo quisiese hacer. Pero lo bueno siempre acaba.
Mis zapatillas, impolutas,
estaban presentes.
Los meses más calurosos llegaron, y con ellos el verano: el
dichoso verano que tanto odio, por monótono, pesado y nostálgico. El verano
crispaba mi salud mental hasta el punto de agobiarme, de no encontrar
escapatoria en mi hastío; me frustraba y lo vertía sobre todo ser andante. Así
que decidí rebelarme e irme de una vez por todas de la ciudad donde se cruzan
los caminos, donde el mar no se puede percibir y donde regresa siempre el
fugitivo. Cambié el calor atorrante por el frío gallego; el norte por el
levante y este por el sur. Entre medias
dejé amistades y algún que otro lío, algo que siempre me caracteriza. En
ninguno de mis viajes fallaron ni la música ni los libros… Vamos, ni tú, que te
prodigabas de noche y te marchabas al alba.
Mis zapatillas, algo cascadas por
el tiempo, estuvieron ahí para verlo.
Lo bueno acabó muy pronto, a mediados de agosto: Madrid me
esperaba, lánguida y triste pues la mitad de sus amantes se exiliaron para
dejarla respirar un poco. Hasta principios de septiembre ella y yo no nos
sentimos acogidos, sino más tristes que un torero al otro lado del telón de
acero.
Mis zapatillas, un tanto
ennegrecidas, también estuvieron ahí para dar testimonio.
Así pues, con el periodo vacacional afortunadamente
remachado, llegó de nuevo la monotonía. Una monotonía un tanto fiestera.
Aravaca y Pozuelo fueron el despegar de mi alter
ego marchoso: bebí, me emborraché y llegué a la triste conclusión de que
sin alcohol nada es lo mismo, así que decidí no salir de fiesta en un buen
tiempo. Tampoco fueron pedos del otro mundo, no flipemos, pero sí lo suficientes
para darme un toque de atención: a mí esos rollos me la repelan.
Mis zapatillas, algo cansadas, también estuvieron allá.
Y comenzó el curso, el temido y sobrevalorado 2 de
Bachillerato; ni tanto ni tan calvo. Se teme a lo nuevo y de ahí el miedo, pero
nada imposible. No tan posible ha sido recuperar el ambiente unitivo y festivo
que había el curso pasado en clase: “las segundas partes nunca fueron
buenas”. Se veía venir. Ahora todo está
mucho más movido, menos gracioso y más tenso… Pero seguro que es fruto del
curso.
Obvio, mis zapatillas, oscuras
pero relucientes, fueron testigo.
Y aquí me hallo yo un 31 de diciembre de 2015, escribiendo
por la noche y esperando intensamente la llegada del alba. Tarda mucho en
hacerlo: pasa de mí, me desespera, me infravalora, me resucita con una palabra,
con un extracto de poesía, con sus ojos, con su dulce sonrisa… Pero tarda en
llegar…
Así que lo haga pronto, y que mis
zapatillas, tan oscuras como hasta ahora, puedan verlo.
sábado, 14 de noviembre de 2015
Sinsentidos borrados
Es la una y media de la mañana y ya llevo dos borradores quemados por odio a lo que escribo. Por mi mente viajan muchas ideas acerca de las que escribir, pero nunca se consagra alguna.
Borro.
Borro.
Cada borrador es un trozo de alma que se derrocha sobre el caluroso terreno; una esperanza perdida de dar vida a una historia que, a lo mejor, podría haber calado en muchos de mis aventurados lectores.
Borro.
Me resulta difícil dar coba a lo que escribo, dotarlo de significado y trama. Por éso admiro tanto a los escritores, capaces de vestir un folio desnudo y hacerlo famoso. Ya han pasado unos años desde que pienso que no tengo ningún papel consolidado en este putrefacto mundo, donde importa más aparentar que ser.
Borro.
Cambiando de tercio: el paso de los años me me mata. Aún teniendo 19 cortos y prematuros, cada día me cercioro más de que no somos nada. De que un día nuestro cuerpo y alma desaparecerán, sin que nadie pueda evitarlo. De que todo lo forjado en la vida, carecerá de relevancia. Pero, ante todo, he podido percatarme de que la consciencia es lo más ignominioso de nuestro ser: ella es quien nos permite abrir los ojos a esta realidad mencionada para criticarla sangrientamente. A algunos, huelga decirlo.
Borro.
Yo soy uno de ellos (qué manía con hablar siempre de mí), supongo que habrá otros tantos. Dentro de ese mundo uno empieza a cavilar el porqué de las cosas o, sin más, el sinsentido de esta puta mierda de vida carente de significado. Vamos a morir, joder, qué más da lo que suceda en el futuro: médicos, grandes empresarios, políticos, hijosdeputa, periodistas... QUÉ.MÁS.DA. Al fin y al cabo solo son medios para acabar nuestra vida de la mejor forma posible, nada más.
Borro.
He ahí el principal problema del ser humano: pensarse inmortal cuando su media de edad alcanza los 80 años. Partiendo de ese punto nos jodemos la vida bebiendo, fumando, follando y... Amando. Porque amar es lo peor que hay, sin ninguna duda. Amar te quita tiempo y vida; amar amarga, desilusiona, hunde, entristece e incluso provoca suicidios. Lo peor del amor es cuando llega, no cuando pasa (¡deja de mentir, Sabina!).
Borro.
Porque en realidad, toda esta mierda que os estoy contando solo era pretexto para cagarme en todo lo que mueve el amor... Porque lo mueve todo.
Y esto sí que no lo borro.
miércoles, 19 de agosto de 2015
Malditos poetas [verso y rima libre]
Resulta difícil confeccionar un
traje
Salvarlo de la inmundicia,
de la infamia,
del destierro.
Resulta difícil hacerlo,
sobre todo cuando no eres siquiera modista
de sentimientos
Malditos poetas,
mal rayo os parta
por hacerlo tan bien
Porque vosotros,
personas de lengua envenenada,
demostráis que nuestras
inspiraciones
[comparadas con
las vuestras]
queden reducidas a escombros
Y es que uno no puede ser como el
resto de los mortales,
cuando se copula tan bien a un
folio.
lunes, 27 de julio de 2015
Silencio
Desapareció repentinamente. Sin avisar a nadie. Sufriendo en
silencio. Llorando solemnemente.
Me arrancaron a la mujer de cabellos dorados, de ojos color
mar, de rostro brillante y sonrisa impenetrable. Desapareció como una estrella
fugaz en el firmamento.
En silencio.
Pertrechada de sus propias armas, se retiró de la batalla
contra el mundo cruel para batallar consigo misma. Paradójico. Pero lo hizo,
porque necesitaba demostrarse que nadie podía despreciarla en la forma que lo
habían hecho.
Y lo hizo. En
silencio.
Dejó de creer en su gente, a la cual nunca mereció. No por
lo buenas que fuesen, sino por la crueldad de sus juicios.
Y lo hizo. En silencio.
Las malas lenguas cuentan que se encerró en su habitación,
lloró, derrochó rabia y hasta vomitó unos defectos que no le correspondían a una
persona cuya sonrisa envidiaban hasta las estatuas etruscas.
Pero, creedlo, lo hizo.
En silencio.
Y con estas idas y venidas de la vida, nuestra protagonista
abandonó la carrera más importante de la vida: la vida. Se estancó.
Pudo brillar, pero no la dejaron. Pudo sonreír, pero le
quitaron los dientes. Pudo esforzarse, pero la vida no quiso permitírselo. Y,
hostia puta, no se cansó de luchar. No pudieron con ella.
Y lo siguió haciendo.
En silencio.
Y sigue combatiendo consigo misma. En silencio.
Y sigue progresando. En silencio.
Y lo conseguirá…
Hasta que rompa con el silencio
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